domingo, 17 de noviembre de 2013

La Balada de la Carne Muerta - Segunda Actualización



Estos primeros días, y aprovechando que es fin de semana, haré una actualización diaria para "entrar en tema" cuanto antes para, después, pasar al ritmo habitual de una actualización cada dos días (salvo imprevistos) ¡Espero que os guste!
¡No olvides leerte todo lo anterior en la actualización previa!


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ENTREVISTA AL CONCURSANTE MASCULINO #1: GABRIEL ABELLÁN

Gabriel Abellán sale al plató recibido por una oleada de aplausos. Es un chico alto y atlético, con el pelo rubio y una sonrisa de modelo que arranca varios chillidos a algunas de las mujeres del público. Saluda a quienes le vitorean alzando ambas manos y luego estrecha la mano de Ray Sparowski. El Concursante y el presentador intercambian unas palabras que el micrófono no recoge y luego Ray le invita a sentarse. Gabriel Abellán aún se toma su tiempo para volver a saludar a sus fans y entonces toma asiento.

-Como acabamos de comprobar, no te faltan apoyos, Gabriel. Partes como uno de los favoritos y, si no me equivoco, ya tienes contrato para aparecer en portadas de revistas siempre y cuando te conviertas en Ganador. ¿Cómo sienta eso?
-La verdad es que estoy deslumbrado, Ray, y no es por culpa de los focos. (Ríe) He contado con mucho apoyo desde que se hizo pública mi participación en este increíble concurso y creo que el calor del público es esencial para soportar los seis meses que quedan por delante.
-¿Cuáles son los motivos que te han llevado a participar en este programa? No parece que te falten muchas cosas. Eres un tipo bastante atractivo, traes locas a las mujeres y, si no me equivoco, con tan solo dieciocho años has sacado adelante a un equipo de fútbol que parecía condenado al olvido. Dicen que eres el mejor capitán de tu generación.
-Por desgracia, desde que quitaron las becas a deportistas, el fútbol no te da de comer. Y yo quiero estudiar una carrera, ¿sabes Ray? Quiero entrar en Derecho y convertirme en abogado. Para tener éxito en el deporte se necesita mucho esfuerzo y mucha suerte, y me temo que debido a una lesión en mi rodilla no voy a poder dar todo en el terreno de juego. Así que estoy aquí para ganarme una buena fortuna y poder pagar mis estudios.
-Si te conviertes en Ganador, y según los analistas tienes un noventa y cinco por ciento de posibilidades de conseguirlo, ganarás mucho más dinero que el mejor de los abogados.
-En ese caso quizá deje la carrera de lado y disfrute de la vida que me gane en esa isla.
-¿Por qué crees que puedes convertirte en un Ganador?
-Da igual lo que yo piense, son los analistas los que hablan. (Ríe) Pero creo que hay tanta confianza puesta en mí no sólo porque sea fuerte. Quiero decir, el físico es muy importante. Me he ejercitado desde que soy pequeño y creo que puedo plantar cara a cualquier rival, pero hay algo más. (Se lleva un dedo a la sien) Lo que hay aquí dentro. No es que tenga confianza en que voy a ganar, sino que que voy a hacerlo. Y estoy dispuesto a cualquier cosa con tal de conseguirlo. Además tengo capacidad de liderazgo, como mis logros en el fútbol han demostrado, y puedo organizar a un grupo de gente para que salgan de esto conmigo.
-Aparte de jugar al fútbol, ¿qué más te gusta hacer?
-Me encanta follar. (Tanto él como Ray ríen)
-¿Follar?
-Nunca he tenido mucho problema en conseguirlo y si preguntas por ahí te dirán que lo hago bastante bien. Aparte de eso me gustan las juergas. Creo que he estado en todas las discotecas del país y de todas ellas he salido con éxito (Le guiña un ojo) Y me gusta el Programa, por supuesto. Llevo viéndolo desde su primera edición, así que creo que he aprendido mucho de los ganadores que me han precedido.
-Dicen que una soberbia excesiva puede llevar a la perdición a muchas promesas.
-La soberbia es para los inseguros. Yo no tengo soberbia. Yo sólo digo las cosas tal y como son, Ray.
-¿Hay algún rival que te imponga cierto respeto?
-(Tarda unos segundos en contestar) No. La verdad es que no. Yo no tengo intención de hacer daño a nadie mientras no sea necesario, ojo, pero por otro lado, si alguien me ataca me defenderé. ¿Y sabes una cosa? No creo que tenga que tener miedo de mis rivales. Son mis rivales los que tendrían que temerme a mí.

4

Pablo salió de la cafetería detrás de Verónica Sainz, la Concursante Femenina Número Trece. Era una chica muy alta que parecía una atalaya delgada y, dada la torpeza de sus movimientos, a punto de derrumbarse en cualquier momento. Tenía la piel aceitunada y una larga melena negra que le caía en suaves ondas hasta casi el final de la espalda. Pensó en lo que Verónica había dicho, en la posibilidad de que todos salieran con vida del concurso, y se preguntó si la chica era realmente consciente de dónde se había metido. Luego se preguntó si alguno de ellos lo era.
Mientras se dirigían al pasillo de la Cubierta B, se cruzaron con otros concursantes, todos ellos cargados con sus mochilas y bolsas de deporte, que se mezclaron en una pequeña fila donde se formaban pequeños grupos que acababan disgregándose con la misma velocidad. Saludos, manos estrechadas. Una chica vestida con una camiseta de tirantes blanca que dejaba al descubierto sus brazos cubiertos de intrincados tatuajes lo adelantó por la izquierda y Pablo se fijó en que Salvador del Pozo, el Concursante Número Cinco y fiel reflejo del arquetipo de rastafari un poco colocado, seguía con la mirada el contoneo de su trasero. Vio al grupo de cinco chicas, amigas desde la infancia, que habían decidido participar juntas en el juego. Caminaban un poco apartadas de las demás y la forma que tenían de hablar, de gesticular, y de reír nerviosas con algún comentario, le hizo pensar a Pablo que se encontraba en un instituto justo al terminar las clases y no en lo que para muchos se convertiría en una especie de corredor de la muerte. Eran muy niñas. Una de ellas estaba tan delgada que parecía a punto de desaparecer, pero tenía el pelo largo, liso y negro y, a diferencia de sus compañeras, se dedicaba a observar con atención todo cuanto tenía a su alrededor. Alicia Cortés, Número Cuatro, que había dicho en su entrevista que quería estudiar Derecho y Administración de Empresas y que sacaba las mejores notas de su comunidad autónoma. Aunque quien destacaba en todo ese grupo era la Concursante Número Once, que ya había atraído la atención de varias revistas y protagonizado unos cuantos reportajes fotográficos en cuanto se hizo pública su participación en el juego. Se trataba de Sandra Palau y parecía ligeramente más mayor que sus amigas. La verdad es que era imposible apartar la mirada de su cuerpo escultural, de la seductora curva tanto de sus pechos como de su cintura, de ese rostro suyo que mezclaba determinación e inocencia, coronado con unos brillantes ojos azules y de la melena rubia que se derramaba sobre sus hombros. Sobresalía una cabeza por encima de las demás e incluso en su forma de moverse era distinta. Parecía ajena a las conversaciones de sus amigas, pero lejos de permanecer atenta a los posibles adversarios parecía más interesada en... ¿lucirse?
Los jóvenes se arremolinaban al fondo del pasillo, donde había dos miembros del equipo de seguridad armados con fusiles para evitar disturbios. Entre ambos había un hombre bastante gordo, calvo y con una barba de candado que rodeaba sus labios. Se acercó un altavoz a la boca y habló a través de él.
-¡Pónganse en dos filas, una para los concursantes masculinos y otra para los femeninos! ¡Y en orden alfabético! - señaló un punto vacío junto a sus pies -. ¡Frente a mí los Números Uno, y al final de la hilera los Quince! ¡Vamos, vamos, vamos! ¡No pretendo ser tan simpático como vuestro querido Ray Spakowski ni soy la mitad de divertido, lo único que quiero es terminar con esto cuanto antes para llegar a cenar a mi casa!
-Hijo de puta – murmuró una voz al lado de Pablo. Se volvió hacia el chico desgarbado y de pelo corto que había hablado y éste se encogió de hombros y le dirigió una tímida sonrisa.
Los muchachos empezaron a formar en una caricaturesca imitación de disciplina militar. Pablo vio que la concursante Número Uno, una chica pija con el pelo castaño recogido en una coleta y la piel escondida bajo una máscara de maquillaje, arrastraba tras de sí una maleta con ruedas en vez de una mochila. Le pareció tan ridículo como divertido. Pablo ocupó su puesto, justo delante de Arkaitz, al que le seguía Abdel, y el chico que ocupó la posición justo delante de él resultó ser el mismo que había llamado Hijo de puta al hombre calvo y gordo.
-¡Rápido! ¡Desembarcaremos dentro de nada y no tenemos todo el día!
Pablo localizó a Miguel Batanero, el favorito de las apuestas, en la parte delantera. Era un auténtico mastodonte. Con cada paso que daba, los músculos se movían debajo de su camiseta blanca y los brazos que quedaban a la vista lucían unos bíceps hinchados y surcados por venas que eran más grandes que la cabeza de muchos concursantes. Batanero, de mandíbula cuadrada, ojos afilados y cabello negro muy, muy corto, parecía a punto de reventar por su propia potencia. Apartó de un empujón a un concursante, que se quejó pero no se atrevió a plantarle cara, y se situó en la posición que le correspondía al Número Tres.
Mientras terminaban de organizarse, Pablo pensó en la isla donde iban a transcurrir los juegos. A cada concursante le habían entregado un mapa de aquel pequeño islote, que en otro tiempo había pertenecido a un pequeño pueblo de pescadores que llevaba un par de décadas abandonado. Tenía forma de croissant y, según las indicaciones, el puerto se hallaba en el suroeste, junto a un faro situado en lo alto de unos acantilados. Desde ahí nacía un sendero que discurría entre casas desalojadas y en ruinas hasta conducir al corazón del pueblo, donde las viviendas se arracimaban alrededor de un pozo y en donde se encontraba la mansión, en otro tiempo impotente, ahora apenas una casa encantada y mugrienta, de quien había sido el hombre más poderoso de la aldea. Había bosques y un grupo de viviendas situado al noroeste, así como varias cabañas y granjas en la zona elevada del este. Por lo visto, el cuerno derecho del croissant estaba compuesto por un sistema de cuevas y cavernas que podía convertirse en un auténtico laberinto.
-¡Muy bien! ¡Muy bien, muchachos! - bramó el hombre -. ¡Ya estáis todos organizados, aunque cualquiera con un poco de idea diría que estas dos filas son una auténtica mierda! Por desgracia, no estáis aquí para aprender orden, sino para sobrevivir. Y ahora mirad a vuestros lados, a las personas que hay delante y a las que tenéis detrás – esbozó algo parecido a una sonrisa repugnante -. Ninguno de ellos es vuestro amigo. Habéis venido aquí a competir, y no sólo queremos un ganador, sino un ganador que haga que la audiencia se ponga en pie cuando salga con vida de aquí. ¡Desembarcamos en seis minutos!
El hombre gordo les dio la espalda y se puso a hablar con los dos soldados. Pablo siguió pensando en la isla. Habían rodeado todo el terreno con una alta verja de metal de cinco metros de alto cuya parte superior estaba electrificada. Era una manera de evitar fugas cuando la situación se tornara desesperada y de evitar que los concursantes tuvieran acceso al mar, donde podrían pescar y alimentarse. Además, habían instalado dispositivos que mantenían alejadas a las aves y, por lo visto, habían arrasado todos los bosques para sustituirlos por réplicas exactas en plástico. No había ningún nutriente en toda la isla.
-¡Escuchadme! - la voz sonó como un trueno y por un segundo Pablo pensó que el hombre calvo iba a decir algo más, pero no se trataba de él, sino de Miguel Batanero. El fortachón se había situado entre las dos filas y paseaba la mirada entre los concursantes como si fuese un sargento de instrucción. Algunos muchachos murmuraron, nerviosos -. ¡Sólo hay un pozo en esta isla, y vamos a tener que organizarnos también para obtener agua! ¡No quiero que ahí fuera nos convirtamos en salvajes y cada uno campe a sus anchas esperando el momento de enloquecer y atacar a los demás mientras duermen! Así que vamos a organizarnos. Nos reuniremos todos frente a la mansión del pueblo, cerca de la plaza, y una vez ahí...
-¿Y a ti quién te ha nombrado líder, Batanero? - intervino Gabriel Abellán con una sonrisa desafiante.
No hubo respuesta. Tampoco hubo tiempo a que nadie dijera nada. Miguel Batanero, simplemente, embistió contra él, apartando de un empujón al Concursante Número Dos que se interponía entre ambos. La espalda de Gabriel se estrelló contra la pared y su nuca la golpeó con un sonido seco. El muchacho, que quería ser jugador profesional de fútbol pero que, debido a una lesión en la rodilla, no iba a conseguirlo, emitió un quejido ahogado y después sus pulmones se vaciaron de aire cuando Miguel le propinó un puñetazo en el estómago. El Concursante Número Uno se arqueó hacia delante y varios jóvenes se apartaron y soltaron exclamaciones de asombro que no hicieron mella en el Número Tres. Cogió del cuello a Gabriel y volvió a estamparlo contra la pared, levantándolo un palmo del suelo. Los músculos de su brazo palpitaban, y un reguero de sangre caía desde su nariz.
-¡Déjalo en paz, mala bestia! - chilló Laura.
Miguel Batanero acercó mucho su rostro cuadrado al semblante sudoroso y atemorizado de Gabriel. El organizador y los soldados contemplaban la escena sin intervenir.
-Nadie me ha nombrado líder, niñato, pero estoy seguro de que no vas a ser tú quien me discuta esa posición. ¿Crees que no tienes que temer a nadie? Más vale que no me toques los cojones o te mataré antes de que tengas tiempo a lucirte frente a las cámaras.

¡Oh, oh, oh! Parece que los nervios están a flor de piel y que algunos de nuestros concursantes son conscientes de lo que anda en juego. Sin duda, Miguel Batanero va a ser un contrincante duro de pelar. ¿Podrá salir Gabriel Abellán de la terrible situación en la que se ha metido? ¿Superará la humillación y se convertirá en el líder nato que se supone que es? ¡Recuerden que esta noche entrevistamos a los padres del Concursante Número Uno, a las 22.30, en nuestro plató! Quizá tengan algo que decir de este violento encuentro.

-¿Lo has entendido? - escupió Miguel Batanero a la cara enrojecida y contraída de Gabriel.
Éste jadeó, sujetando la gruesa muñeca de su atacante con ambas manos y pataleando como un muñeco roto.
-S... sí... - alcanzó a decir.
-Espero que no vuelvas a interponerte en mi camino.
Miguel lo soltó y el Concursante Número Uno cayó sentado al suelo, respirando agitadamente, y se deslizó el dorso de la mano por debajo de la nariz, manchándolo de sangre. Sus ojos vagaron por quienes estaban pendientes de él.
-¿Qué estáis mirando? ¿Qué coño estáis mirando?
Se había organizado un pequeño revuelo y las hileras se habían roto y, sus integrantes, mezclado. Pablo permaneció en su puesto y vio, cerca de donde se encontraba, a Arkaitz hablando apresuradamente con Verónica y Laura. Mientras escuchaba, Laura lanzaba miradas cargadas de odio a Miguel Batanero, que se estaba ajustando las mangas de la camiseta antes de hablar de nuevo.
-Como estaba diciendo antes de que este gilipollas me interrumpiera, nos reuniremos en la mansión de la isla. Podremos hacer un reparto de habitaciones y organizarnos para sobrevivir. Quien no quiera aparecer, lo consideraré automáticamente un enemigo potencial, y puedo aseguraros que no me porto bien con mis enemigos.
-Oye, tío... - empezó Gabriel, incorporándose -. Perdona, pero no quería...
-Cállate.
-¡Ya ha sido suficiente! - habló el hombre gordo -. ¿Dónde diablos están mis filas? Joder, sois los concursantes que más problemas han dado antes de empezar. ¡Venga, venga, moveos u os freímos a tiros aquí mismo!
Cuando las hileras de nuevo estuvieron más o menos formadas, Arkaitz, situado a la espalda de Pablo, le puso una mano en el hombro y le susurró al oído:
-Antes de decidir si nos reunimos o no con ese tarado, Laura, Verónica, Abdel, Salvador y yo vamos a quedar en las viejas escuelas. ¿Sabes donde se encuentran?
Pablo asintió con la cabeza. Se hallaban cerca de las viviendas situadas en el noroeste y eran un par de edificios arcaicos y estropeados donde apenas quedaban unos pocos pupitres y alguna pintada fantasmal en las pizarras.
-¡Perfecto! Y ahora un breve repaso de las reglas – el gordo carraspeó y cruzó los brazos ante el pecho -. La principal regla es que no hay reglas una vez llegados a este punto. El concurso dura, en principio, seis meses. Seis meses en los que estaréis aislados dentro de esa isla. Las puertas de entrada no volverán a abrirse hasta transcurridos ese tiempo, y no intentéis escapar porque es imposible. Poner un pie fuera del terreno de juego te convierte automáticamente en Desertor y puedes ser abatido a tiros por nuestros guardias de seguridad, sin avisos que valgan. Ahí dentro podéis hacer lo que queráis. Podéis mataros unos a otros si os van las orgías de sangre y queréis acabar cuanto antes con eso, porque en cuanto quede una persona con vida, sólo una, sin importar el tiempo que falte hasta finalizar el concurso, éste se convertirá en Ganador y será liberado. Sin embargo, si no queréis ganaros muchos enemigos desde el primer momento o tenéis cierto reparo en empezar a apuñalar y estrangular, podéis decantaros por la supervivencia – sonrió -. Dentro de seis meses, todo aquel que quede con vida será Ganador. Pueden ser dos personas, siete o veinte, no importa el número, tenemos dinero de sobra. Por desgracia, la supervivencia no es tan sencilla. No hay ninguna clase de alimento en esa isla. Moriréis de hambre. A no ser, claro, que aprovechéis la única comida que os queda – la sonrisa se hizo más amplia, como si el hombre estuviera saboreando sus palabras -. La carne que tanto vosotros como vuestros compañeros habéis traído sobre vuestros huesos.
Pablo prácticamente pudo imaginar los aplausos y gritos de júbilo del público en el plató y la audiencia en sus casas. El barco hizo un breve movimiento que le obligó a sujetarse para mantener el equilibrio y entonces se detuvo. Las puertas que había detrás del hombre y los dos soldados se abrieron, dejando ver un rectángulo donde se distinguía la entrada de la muralla de metal. Al otro lado un sendero que parecía una cicatriz surcando un terreno árido y hostil.
-¡Saldréis en orden, conforme diga vuestros nombres! - anunció el organizador, y uno de los soldados le tendió un fichero con la lista de jugadores -. ¡Buena suerte, muchachos, y que ganen los mejores! ¡Concursantes Número Uno, Gabriel Abellán y Marta Agramonte! ¡Vamos!
Gabriel, aún aturdido por los golpes que había recibido, y Marta, arrastrando su maleta de ruedas, atravesaron la salida del barco y cruzaron por una amplia pasarela hasta la isla.
-¡Concursantes Número Dos! ¡Joaquín Arnal y Laura Badal!
Los nombres se sucedían a toda velocidad y el suyo cada vez estaba más cerca. Se preguntó qué pasaría si, al escucharlo, se quedaba ahí, helado, junto a la salida, incapaz de avanzar hacia esa isla llena de horrores. ¿Qué harían? ¿Los soldados lo empujarían o directamente le volarían la cabeza por no seguir las normas, como había ocurrido con el chico que intentó escapar del barco? De cualquier modo quedaría en ridículo. Igual se meaba en los pantalones y sería recordado como el niño llorica que no consiguió dar un paso hacia el concurso más famoso del mundo.
Con el rostro inexpresivo, miró a todas partes y sus ojos se encontraron, primero, con los de Arkaitz, que parecía sumido en sus propios temores, y después con los de la Concursante Número Doce, que temblaba ligeramente a su derecha. No había reparado hasta entonces en su compañera, distraído por los nervios y por los últimos acontecimientos, pero era realmente preciosa. ¿Cómo se llamaba? No tenía ni idea. A pesar de su físico envidiable, alta, delgada, atractiva, a pesar de su rostro angelical y de sus ojos azules enmarcados en gruesas sombras, su piel pálida y su larga melena rubia, la Concursante Número Doce se las había arreglado para pasar desapercibida en los meses previos al concurso. Eran muchos los participantes que preferían aprovechar su última temporada de anonimato, pero una joven así tendría que haber acaparado la atención de todas las cámaras. No tenía nada que envidiar a Sandra Palau y, además, estaba envuelta en un aura de misterio de lo más seductora.
Pablo sacudió la cabeza. Se podía decir que se la estaba comiendo con los ojos, y eso era un comentario bastante irónico dada la naturaleza del concurso. Además, si las cámaras le captaban observando así a la chica, quedaría como un maníaco sexual delante de todo el mundo.
-¡Concursantes Número Doce! - rugió el hombre calvo, y sólo entonces Pablo fue consciente de que no quedaba nadie delante de él. De pronto la mochila le pareció muy pesada y las correas le laceraban los hombros -. ¡Pablo Navarro y Marina Ros!
-Buena suerte – susurró Arkaitz a su espalda.
<<Ya está, ya está>>, pensó, al borde de una repentina locura.
Pero sus pies avanzaron, a la vez que los de Marina Ros. Pasó junto al hombre gordo y los dos soldados, que se le antojaron formas difuminadas, sin rostro, fantasmas de un mundo al que ya no pertenecía. Salió a la pasarela y se le encogió el estómago al contemplar la gigantesca muralla de metal que circundaba la isla. El faro, que parecía un dedo esquelético y retorcido señalando al cielo, sobresalía por encima de los muros. Cruzaron las puertas y se internaron, en silencio, pues los vítores y aplausos habían quedado en el plató, en el sendero que conducía hasta el pueblo.
El concurso había comenzado.

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